Desmitificando el liderazgo femenino.
“Cuando veo una mujer en un cargo de poder me da susto y desconfianza, son las más cabronas, con ellas hay que cuidarse las espaldas”
Esta frase me la dijeron alumnas en clases el otro día, y no es primera vez que la escucho.
Hay un imaginario colectivo donde se presenta a una mujer poderosa como una cabrona, una persona de mente fría, que no da su brazo a torcer, competitiva, dominante y que está dispuesta a todo con tal de conseguir sus metas. Algo así como una versión moderna de la Dama de Hierro, apodo que la prensa puso en su momento a Margaret Thatcher. Sin embargo, es fundamental cuestionar este estereotipo que obstaculiza el desarrollo de liderazgos coherentes con los desafíos actuales.
En este artículo, exploraremos por qué el estilo de liderazgo basado en la autenticidad y el poder personal no tiene ninguna relación con ser cabrona.
El poder personal, entendido como vivir desde la propia autoridad interna, trae consigo una serie de características que se alejan de la imagen negativa asociada al liderazgo femenino. A continuación, destacaremos algunos puntos clave para comprender por qué este estilo de liderazgo es beneficioso y necesario en el mundo actual.
No tener todos los esfuerzos puestos en conseguir la aprobación de otros:
Construir una personalidad ficticia para ganar respeto nos aleja de nuestra autenticidad y nos somete a una búsqueda constante de reconocimiento. Moldearnos según las expectativas de los demás implica ceder nuestro poder personal, permitiendo que sean otros quienes determinen nuestro valor. Una líder poderosa se enfoca en ser fiel a sí misma y en desarrollar su propia autoridad, sin depender de la aprobación externa.
Permitirse transar, ceder y cambiar de opinión:
Cuando una líder comprende que su valor personal no está en juego durante una discusión, puede mantener una mentalidad abierta y receptiva. Vivir desde el poder personal implica confiar en la propia autoridad interna, lo que permite dialogar, escuchar al otro, ceder y evolucionar en el punto de vista sin sentir que se pierde valor por soltar un argumento. Este enfoque fomenta la colaboración y el crecimiento personal y profesional.
Integrar la ternura y la vulnerabilidad:
Estar en el poder no significa renunciar a la esencia humana. Una líder poderosa es consciente de su propia vulnerabilidad y permite que la ternura y el cuidado formen parte de su liderazgo. No es necesario demostrar frialdad para desafiar estereotipos obsoletos. De hecho, la sensibilidad y la empatía son cualidades valiosas que contribuyen a una visión más compasiva y equitativa del liderazgo.
Liberarse de estereotipos y expectativas:
Cuando una mujer vive desde su poder personal, es libre para ser quien realmente es, sin estar esclavizada por estereotipos o expectativas externas. Reconocerse y valorarse a sí misma por su verdadero ser le permite desafiar las barreras impuestas por la sociedad. Una líder poderosa no necesita controlar la reacción de los demás hacia ella, ya que se reconoce y es consciente de su propio valor intrínseco.
Es fundamental desafiar el imaginario colectivo que vincula el liderazgo femenino con la imagen de la cabrona. El poder personal, basado en la autenticidad y el respeto hacia la propia autoridad interna, es un enfoque de liderazgo que promueve la colaboración y el crecimiento. Al despojarnos de estereotipos y expectativas, las mujeres líderes pueden liberarse para ejercer su liderazgo de manera coherente con los desafíos de la humanidad en la actualidad. Recordemos: poderosa no es lo mismo que cabrona.